jueves, 16 de septiembre de 2010

Epístola l

Y después de la lluvia...tal vez asome un nuevo color.


Liliana Varela



Tierra de tiempos, 2 de enero de 2010


Fue un tiempo y una tierra donde anclamos la memoria entre luciérnagas de besos y roces lujuriosos. Allí fuimos esperanza para poder seguir marchando en senderos diferentes, pautas sin voz marcaron cada encuentro. ¿los recuerdas?
En ese tiempo la tierra era de nadie, entonces la tomamos, la llamamos nuestra y alborozamos las cándidas estelas que la ciudad nos regalaba, el cuarto, la luz vedada y el camino por tu cuerpo-mi cuerpo.
No teníamos permitido el amor etéreo, sólo aquel que martirizara el goce con los reflectores de los dedos recorriendo zonas subyacentes de deseo.
Y después la lluvia y otro color asomó junto a ella, y te amé, glorioso amor, te amé.
Entonces me fui, no debía amarte. Nunca lo comprendiste, ahora, seguro que tampoco, porque para comprenderlo hace falta sentir al amor inundando los sentidos y más allá, el recuerdo.
Hoy te sueño entre espumas solitarias, incomprensible ¿no?
En la tierra de los tiempos se puede amar y besar la imagen sin sombra, se puede decir un nombre, gritarlo, arrancarlo de la garganta y sucumbir íntegro... pero tú no lo sabes, no puedes... la razón es muy sencilla: no has amado.
En esta tierra cuando llueve la algarabia trae la nostalgia, la palabra y la silueta de quien se ama, esta tierra es mi cuerpo que conoce el amor y por eso es feliz desde tiempos hasta los tiempos, siempre...

Yo, la que se bendice

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