Como un muerto, como un muerto, como un muerto, recuperar a la palabra que no sabe nombrarte porque sos la mujer sin nombre, la mujer sin cabeza, la mujer que piensa con el corazón en los corazones, la mujer asesinada al filo de la navaja por lo que no encontraremos rendición, el verbo, asumiendo la postura de rodillas, pidiendo clemencia, pidiendo perdones, y el vocablo, herido, gimoteando, susurrando y encima con la cautela aparente para ver si esto es todo un juego, un sueño o una pesadilla de donde no se puede despertar, vos, de los dos lados, pastillas para el dopaje, sin alcohol, sin droga, sin sexo, apetencias para los bobos: la imaginaria donde te cruzas y se nos cruza el poeta y nosotros que fuimos muertos por ese bicho de no sé donde pica, por ese germen de la inspiración, ese que taladra día y noche enquistado en la sangre, sangre en sal-muerta para cultivarnos y nacernos en la nueva cosecha, abrir el libro, pautar la hoja, arrancar la del bostezo, doblar la de la penumbra que nos indica donde ir a buscar nuestros ojos que se quedaron pegados en el extinto pensamiento: línea de fuego donde horizonte y ombligo pegan la vuelta, y entonces los exiliados de la cordura regresamos locos, locos de la vida y por la vida, cabizbajos de soportarnos en la ideología del conjunto, si total, sueltos ya, nos tenemos, abrazados de lo que será el punto y coma, la admiración o el análisis aplicado y sintáctico en este paréntesis que nos hacemos para respirar ese limbo áureo y decir aquí, aquí, aquí está mi mano, vení bajá conmigo, en mí, reencárnate porque en definitiva al fin sé que estoy aquí para reinscribirnos desde el prólogo, embrión sin sueño, hasta la mortaja donde la última palabra nos deja de polvo.
Termino de escribir el párrafo anterior y lloro y me doy las salutaciones: que en paz descanse.
Lo dejo descansar, al pensamiento para que sea el sentimiento, encarnado en los sentidos, y que hable, que se exprese, con el son y ton de los extraviados, de los invidentes para ver con el corazón, así con el tacto para sombrear tu figura, con la respiración para absorber tu naturaleza, con la lengua para darse el "gusto", con el oído para escuchar lo que la Voz manda; Y te miro árbol desde la cortez-a que no quita lo valiente, desde el marrón tierra o cieno donde se hacen largas las piernas para dar el primer paso que no nos atreve y en el preámbulo sin, que nos comen las arenillas, desde las hojas verdes sin esperanza, desde el nido donde el tordo se quedó con lo que sobraba: la falta. No hay árbol que no tenga tallado el corazón de los enamorados, desenfoco mi atención y me traslado, del otro lado donde Alicia y el País sin espejos no nos devuelven las máscaras, sin más-caras intenciones es que me parto, en dos: mujer centauro, unicorneando el azul de la nostalgia, terciopelo el recuerdo que se mece extingue en la caricia, robada de un tiempo que ya vendrá, el hoy.
Fanny Jaretón, escrito con sangre.
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