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sábado, 19 de septiembre de 2009
La carta
“Las preparaciones de hoy dejan entrever
el futuro planeado por la bestia”
María Fischinger
Lacró la carta. Nadie la leería hasta que no llegara a su verdadero destinatario.
Todo estaba preparado con antelación y detalle; nada podía salir mal.
Terminó de vestirse y al salir entregó la carta al mensajero quién con su estruendoso ciclomotor aguardaba fuera desde hacía unos minutos.
Toda su vida había querido ser alguien, un personaje conocido, prominente, un líder con todas las letras pero siempre su impulsividad echaba por la borda todo proyecto; su arrogancia defenestraba todo tipo posible de amistad o acercamiento a alguien.
Sin esposa, hijos ni tan siquiera un perro que le moviese la cola al llegar del trabajo, su vida se había vuelto gris.
Era un Don Nadie que a su muerte jamás sería recordado ni estaría en los titulares de diario alguno.
Quizás hoy todo cambiase, quizás su libre albedrío pudiesen romper con esa racha de mediocridad a la que parecía confinado sin solución posible.
Ingresó en las oficinas en las que trabajaba desde hacía poco más de veinte años
y en las que aún seguía siendo un empleaducho más.
Un brillo iluminó su mirada cuando divisó un sobre encima de su escritorio. ¡Al fin sería alguien!
Echó una mirada de satisfacción a los lados y sonrió. Abrió la carta lacrada.
Al día siguiente había logrado su objetivo: los titulares de todos los diarios hablaban de la explosión que había causado su muerte, al fin era famoso aunque más no fuese por un día.
Liliana
"De epígrafes propios y ajenos"
Ediciones Muestrario 2008
martes, 15 de septiembre de 2009
"CARTA NO ACABADA"...
Si has encontrado
ésta carta que nunca acaba,
es porque aún la luna,
acuna el río en la mirada.
Porque es abril
y las rosas
aún son retoño
en la rama frágil
del otoño,
porque ya pasó febrero
y los jazmines,
se llamaron al silencio y
en silencio se torno mi ser,
al no leer , ni cartas, ni epístolas,
no nada
Más la lucha no se escapa
de mi vida frontal, ansiosa y desbordada.
Sigue escribiendo…
que al menos el sol
que ilumina,
siempre aparece en la mañana…
Para vos de mi
Diana Bracamonte
ésta carta que nunca acaba,
es porque aún la luna,
acuna el río en la mirada.
Porque es abril
y las rosas
aún son retoño
en la rama frágil
del otoño,
porque ya pasó febrero
y los jazmines,
se llamaron al silencio y
en silencio se torno mi ser,
al no leer , ni cartas, ni epístolas,
no nada
Más la lucha no se escapa
de mi vida frontal, ansiosa y desbordada.
Sigue escribiendo…
que al menos el sol
que ilumina,
siempre aparece en la mañana…
Para vos de mi
Diana Bracamonte
martes, 8 de septiembre de 2009
CUANDO DESPUES
Mi querida Ana Lucía, primero que nada, GRACIAS. Luego, sólo luego, que me has dejado con intriga porque ¿cómo es eso de poemas que producen sensaciones que se traducen en actitudes? Es bien extraño lo que decís y te confieso que uno de mis pecados “capitales” es la curiosidad pues no resisto el quedarme sin saber o sin comprender.
Mi madre suele contar una anécdota de cada hijo que, según ella, los define. Sobre mí cuenta que era la noche de Reyes y que yo tenía unos 5 años. Mis padres habían guardado los regalos dentro de un placard grande para ponerlos en los zapatos una vez que estuviéramos dormidos y por supuesto se cuidaron de que ninguno de nosotros advirtiera la maniobra. No se sabe por qué yo pretendí abrir el placard. Mi madre me lo impidió y echó llave. Luego me explicó: No, no se puede abrir esa puerta. Desde luego, la consabida pregunta infantil: ¿Por qué? Entonces vino el cuento: Porque allí adentro hay un monstruo que tiene enormes dientes afilados y ruge, tiene escamas y saca fugo por la boca y además tiene unas garras espantosas y los ojos aterrorizan y te advierto que es muy, muy peligroso.
Según cuenta, a medida que avanzaba la descripción del tal monstruo, yo abría cada vez más grandes los ojos, por lo cual mi madre creyó que había logrado su objetivo, pero ni bien concluyó su horrorosa descripción, dice que le respondí con una vocecita calma: Quiero verlo.
Bueno, al que nace barrigón…dice el refrán.
Con mi abrazo siempre
long
Long Ohni
Mi madre suele contar una anécdota de cada hijo que, según ella, los define. Sobre mí cuenta que era la noche de Reyes y que yo tenía unos 5 años. Mis padres habían guardado los regalos dentro de un placard grande para ponerlos en los zapatos una vez que estuviéramos dormidos y por supuesto se cuidaron de que ninguno de nosotros advirtiera la maniobra. No se sabe por qué yo pretendí abrir el placard. Mi madre me lo impidió y echó llave. Luego me explicó: No, no se puede abrir esa puerta. Desde luego, la consabida pregunta infantil: ¿Por qué? Entonces vino el cuento: Porque allí adentro hay un monstruo que tiene enormes dientes afilados y ruge, tiene escamas y saca fugo por la boca y además tiene unas garras espantosas y los ojos aterrorizan y te advierto que es muy, muy peligroso.
Según cuenta, a medida que avanzaba la descripción del tal monstruo, yo abría cada vez más grandes los ojos, por lo cual mi madre creyó que había logrado su objetivo, pero ni bien concluyó su horrorosa descripción, dice que le respondí con una vocecita calma: Quiero verlo.
Bueno, al que nace barrigón…dice el refrán.
Con mi abrazo siempre
long
Long Ohni
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